lunes, 20 de febrero de 2017

POBRES DEMENTES

Que hacer
cuando te cansa la vana tarea de las palabras,
cuando te cansas de arrojar versos al desdén de los hombres
y tu Calíope se esconde en el bosque
en el que las ramas desenredan el viento.
El reloj le mide el tiempo a otros
la luz de la hermosura se apaga
el cuerpo olvida el deseo
la voz del alma enmudece.
Alma, deseo, hermosura...
bailan tangos con la muerte.
Las palabras de un demente, de un muerto
claman a un mundo sordo su verdad implacable.
Nadie comprende a los locos, a los raros
a los excéntricos ni a las ovejas negras
ni a los perdidos, ni a los olvidados
a esos rechazados
a esos funambulistas que pasean tranquilamente 
por el fino alambre que delimita la cordura y la locura.
Se tambalean hacia un lado u otro
y siempre caminan descalzos por el filo de la navaja
esos pobres diablos que bailan desnudos bajo la lluvia,
la lluvia que les arranca de su piel los despojos
que desprenden sus almas errantes,
sus almas consumidas por la cruda realidad
señaladas por dedos hirientes, por manos repletas de banalidades.
Pobres dementes
condenados a la horca de los miserables,
pobres ilusos
que se abrazan al negro manto,
se van por el camino de los incomprendidos
sonriendo ajenos a la perfección.
Descansarán por fin en tumbas sin nombre
donde yacen los desheredados
los malditos
los bastardos.

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